22 de julio de 2014

CONVIVENCIAS...

Cuándo las personas habitamos en una pequeña sociedad duplicamos nuestros problemas por la sencilla razón de no tener mayores distracciones, más que aquello que ocurre en el pueblo o ciudad.
A nosotros nos llena de alegría cualquier noticia agradable que ocurra, es como si nos sucediera  a todos y así lo sentimos de verdad y sin tapujos, es ese sentimiento tan intenso, como si lo ocurrido te sucediera a ti.
Por el contrario cuándo sucede una tragedia es nuestra, es de todo el pueblo, no solo de la familia y eso nos une más pues es real el sentimiento, lo sentido, a veces nuestro sentimiento es uno solo por lo común del dolor que nos acerca como una piña que cuesta mucho desgajarla.
Cuándo el problema es un enfado "no son enfados, es tragedia" los enfrentamientos son mayores por que hay que tomar partido y, eso es imposible, aun así se hace sin sentido de la lealtad, sin sentido del daño que sin  conocimiento nos hacemos. Son simples cosas que  agrandamos por no tener otro entretenimiento, no, no es éso, es que somos una sociedad donde lo que ocurre a uno, ocurre a todos y nos parte el corazón por el sufrimiento que causa al otro -Los otros- de ese problema nos afecta un montón y no sabemos como salir  de ese embrollo que solo dos, o como máximo tres, han creado pero todos somos protagonistas.
Cuándo es un problema familiar, es tremendo por qué entonces no sabemos reaccionar y estamos allí sin saber que molestamos, que nosotros no podemos hacer nada de nada y aun así no los dejamos solos pensando con ello que las cosas se solucionan solo con nuestra presencia.
Los problemas infantiles tienen peores arreglos. Cómo en esta sociedad las familias son más familias por qué se unen en matrimonio familiares cercanos, ahí se monta la marimorena y todos, pero todos, nos unimos en uno y otro bando sin paliatibos y nunca sabemos cómo acaba la trifulca. Normalmente como los niños son más inteligentes que los mayores resuelven el conflicto cuándo aun estamos nosotros decidiendo quien fue él culpable de esa pelea provocada por cualquiera de nuestros hijos.